Dalí pintó esta maravilla del mundo a base de sillares de piedra algo que nos recuerda a otra obra anterior, la Venus «con cajones». El artista expulsado del grupo de Bretón, había decidido volverse más clásico, y eso se refleja en la obra ya que cada vez hay una mayor preocupación por la forma.
Dalí ha manejado como nadie las obsesiones, los sueños, la paranoia, los delirios, que se han convertido en herramientas de una locura sublimada.
Esta obra monumental del Coloso de Rodas recuerda a ciertas obras heroicas de los años treinta y del principio de los cuarenta, enlazando con la estética de esos años.